15 noviembre 2015

París, terror, y presidentes

París entró en shock tratando de entender qué pasó, qué está pasando. París se recogió sobre sí misma buscando el por qué de la barbarie. París apagó las luces de la Eiffel y se quedó en casa por un rato, antes de llevar flores de luto a sus calles ensangrentadas.

Mientras París se retraía por una pocas horas, el presidente de todas las francesas y franceses, François Hollande, se comió todos los sapos que le sirvieron en la mesa: declaró estado de emergencia, cerró fronteras, y declaró al atentado un acto de guerra. Comprensiblemente, en un momento de estupefacción, el jefe de estado tomó decisiones sobre la marcha y París lo escuchó con la mirada aún perdida en sus pensamientos, sabiendo que ya habría tiempo para juzgar los actos presidenciales. Llegado el momento de la acción, será París quien decida si lo que se hizo fue correcto. Desde el otro lado del océano intuyo a París con una mirada aún irresoluta a lo anunciado por su presidente. La resolución más cauta y adecuada sólo vendrá tras el análisis de la realidad, sin los vidrios empañados por el incansable aliento de la gigantesca masa televisiva. Con las ventanas limpias y la distancia de la indignada tercera persona, los actos presidenciales en Francia se pueden ver de otra manera.

Declarar estado de emergencia. En un estado de emergencia un gobierno cede sus decisiones a la cúpula militar de turno. En este caso, Francia otorga control administrativo a los mandos militares y policiales que mostraron una inmensa incapacidad al permitir que un grupo de terroristas se paseara en la capital francesa como Pedro en su casa. Más criticable aún si recordamos que el ejército francés inició hace 4 meses bombardeos contra las posiciones del autoproclamado "Estado Islámico de Irak y Siria" (ISIS por sus siglas en inglés). Estos mismos militares no tuvieron el criterio suficiente para tomar las necesarias precauciones de seguridad dentro de su propio país antes de iniciar su apoyo militar a las operaciones de reconquista del territorio de Siria e Irak tomado por la organización terrorista ISIS. Escribir acerca de los orígenes de ISIS, fruto del dinero de los contribuyentes norteamericanos y el trabajo remunerado de mercenarios, necesitaría de otro artículo muy extenso, aunque existe ya amplia literatura sobre el tema.

Cerrar fronteras. No permitir el ingreso de extranjeros al territorio francés es un derecho que nadie le discute a país alguno. Pero para las circunstancias francesas actuales, la única diferencia será comisionar más gente armada revisando documentos en los puestos de control y aduaneros limítrofes, dando la impresión que el gobierno francés asume que los terroristas que planearon los atentados de París estarían prestos a salir del país en estampida. Por desgracia, los mandos terroristas deben sentirse más seguros en la misma ciudad que atacaron sin que nadie los molestara durante los preparativos, escondidos entre la población que convirtieron en su víctima. Cobardes y taimados como son, no arriesgarían tan torpemente su abyecta integridad. Adicionalmente a sus crímenes de lesa humanidad, están como prueba mutilada de su despreciable condición los tantos hombres bomba a los que hacen inmolar por sus causas homicidas con falsas promesas del paraíso celestial o burdos chantajes familiares.

Declarar acto de guerra a un atentado terrorista. Actos de guerra ocurren en las relaciones de beligerancia militar entre naciones, no entre una nación y una organización no gubernamental de cualquier índole. Guerra es el absurdo enfrentamiento de ejércitos nacionales. Ejército nacional es el grupo armado que cuenta con licencia para matar a órdenes del Estado. Otorgar categoría de Acto de Guerra a un atentado terrorista es darle a la cúpula organizadora del mismo el rango de país. Esa desafortunada declaración ha sido para ISIS un espaldarazo a sus actos de terror que asolan a Medio Oriente gracias a los delirios de poder de un supuesto nuevo califato que busca reinstaurar el ya superado medioevo del Islam. La presidencia de Francia, espero inadvertidamente, ha entrado en el juego del terror que ha planteado ISIS, juego al que no había entrado hace un tiempo atrás, al iniciar los bombardeos de Siria. Una atenta lectura del Tratado de Versalles firmado en el Salón de los Espejos del principesco palacio parisino no le caería mal a las actuales autoridades de la República Francesa.