31 agosto 2013

La Industria del Lavado en Perú

El lavado de activos en Perú parece ser cosa de todos los días, lavan los grandes, lavan los chicos, Congorito digo yo, lavo yo también. Sólo basta leer las noticias diarias, como una entre tantas propalada por El Comercio, uno de los diarios más serios de esta nación, que nos informó esta semana:

… agentes de seguridad del [Aeropuerto] Jorge Chávez intervinieron a 10 pasajeros (6 hombres y 4 mujeres) mientras se disponían a viajar rumbo a Puno y Cusco llevando fajos de dinero –escondidos en sus maletas– por un monto superior a los US$4 millones.” (Fuente: elcomercio.pe)

Justo ahora que los precios internacionales de los minerales están decaídos, el dinero contante y sonante no falta en las maletas. El hecho que el Perú vende principalmente productos primarios al extranjero y es sólo un exportador marginal de productos agro-industriales y casi nulo en lo industrial, hace por lo menos llamativo que sigamos creciendo económicamente, dizque por la demanda interna. Éso se podría corroborar o desmentir fácilmente revisando las estadísticas nacionales de ingreso per cápita y distribución de la riqueza, los dos indicadores necesariamente de la mano si queremos ser objetivos. Al fin, la demanda millonaria de los individuos de la noticia de El Comercio no se puede comparar a la demanda de prójimos comunes. No pienso revisar estadísticas, se lo dejo a quienes defienden a capa y espada al cuasi modelo peruano de crecimiento, que hablar de desarrollo en este caso es morder más de lo que hay para comer.

Permítanme sí hacer de investigador políticamente incorrecto: es obvio que en el Perú hay varias fuentes de dinero mal habido, ergo ilegal, que necesariamente va a pasar por un proceso de limpia o no habría razón para que los narcotraficantes del VRAE, tratantes de personas en prostíbulos itinerantes, mineros ilegales a lo largo del país, funcionarios corruptos y estafadores financieros de FOREX, entre otros, se den el trabajo de montar gigantescas operaciones mafiosas en el país, contando entre sus miembros a personajes variopintos bañados con un fino barniz de dignidad social y profesional, mascarones de proa que hipnotizan a la sociedad embelesada por su poder.

El diario arriba citado le imprime a su noticia un tono de sorpresa compartida con los oficiales de seguridad del aeropuerto más importante del Perú, mientras que deslenguados ex-presidentes portan colas de paja de largos telescópicos, parlamentarios legalmente inmunes no tienen que responder a toda laya de fundadas acusaciones y denuncias, empresarios caradura impulsan con éxito leyes individualizadas, y altos funcionarios privados o estatales llevan trenes de vida que no resistirían simples auditorías.

Si bien el narcotráfico es el crimen más redituable de todos, la insania de los demás no se queda atrás y toca, más cerca o más lejos, nuestras vidas. Quizás como una medida de supervivivencia y salud mental, el peruano promedio prefiere hacer de tonto y pretender que vive en un país normal y decente, aún cuando todos los días la inseguridad ciudadana y rural producto de nuestras fábricas de dinero sucio le revienta en plena cara como una rutina que cada vez es más difícil disimular.

Paso del papel de investigador despistado al de consultor en políticas de estado: propongo despedir a todos los policías de la nación por el altísimo grado de corrupción minorista y despedir también a todos los jueces y fiscales por su parte en la corrupción mayorista para poder crear instituciones decentes que operen con la mínima eficiencia como sí lo hacen en otros países de seres humanos como nosotros. Tener instituciones promedio en el mundo no es pedir mucho, sacarlas del desagüe es otro cantar.

Propongo desaparecer a las fuerzas armadas declarándonos neutrales en todo sentido, Suiza lo hizo y ni los nazis la tocaron. El ahorro sería descomunal. No olvidemos que no es sólo economizar el gasto en armas, sino también una gigantesca planilla no productiva, inmensas instalaciones fortificadas, incontables oficinas burocráticas y más.

Propongo poblar la selva con los corruptos por haber correspondencia entre las tres cuartas partes de la población que es corrupta en el país y las tres cuartas partes del territorio nacional que ocupa la selva del Perú. Australia fue poblada en principio por reos ingleses, siendo un ejemplo real de cómo utilizar en forma más práctica la fuerza y ambición hoy recluidos en costosas cárceles urbanas, pero que no dejan de operar sus mafias en nuestras calles.

Propongo que se fomente legalmente la formación y continuidad de partidos políticos auténticos dentro de una democracia que permita el acceso de gente capaz y honesta (sin sarcasmo), en donde no haya cabida para mercantilistas disfrazados de políticos ni agrupaciones politiqueras que responden a intereses de grupo. Desde hace muy buen tiempo los ingleses nos vienen demostrando cómo elegir gobernantes que defiendan a su país.

¿Cómo hacerlo? Como pretendido consultor y aprendiz de estadista, aconsejaría muchos procedimientos para realizar mis propuestas. Como imaginario presidente colegiado de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial de esta nación, ejecutaría mis propuestas, y otras más, con la tozudez de quien se sabe en lo cierto.

Publicado por Juanjo Fernández Torres en El Libre Pensador

16 agosto 2013

Bilingüismo frustrado

Hoy quise aprender gallego. Quizá por lo del tatarabuelo que se le dio por mudarse de aquel lado de los océanos, o quizá por todas las bromas que se gastan a costa de los nativos del norte húmedo de las Españas que no dudaron para invadir las Américas hispanas en silencio, o quizá por la forma en que el idioma de marras  viene ganando el terreno que perdió en Galicia, quién sabe.

No pasé del alfabeto. Al fin y al cabo, me justifiqué, qué carajo gano hablando en gallego con gente que, como yo, ya olvidó esa tierra y sus decires hace ya un buen par de longas generaciones.

Me volví, entonces, con curiosidad de retorno a la casa del otro lado de mi laguna genética y sólo pude encontrar vestigios de lo que alguna vez se llamó la “lengua del pescador”, el idioma de los Muchik, que llegó hasta los cerros que aún se ciñen al contoneo del Río Condebamba en el norte peruano, gracias a algún grupo de mochicas viajero, tatarabuelos de este lado de los océanos.

Inútil. Ya nadie lo habla en todo el país, excepto por los lastimosos intentos de un par de académicos del INC que no logran nasalizar apropiadamente los sonidos guturales del lenguaje del fundador  Pakatnamú y los herederos Chimú de Chan Chan. Tampoco yo podría hacerlo ahora que mis años escolares yacen enterrados bajo cuatro décadas.

Al tomar conciencia de esa debacle, envidié casi con rencor a los paraguayos y su idioma Guaraní aún vivo en boca de cada uno de sus hispano-hablantes.  Pero quién soy yo, me dije, tornando a la desolación de quien se entera que ha perdido algo antes de conocerlo. Quién soy para pretender la fluidez de la conversación de los tatarabuelos que poblaron los lugares que marcan mis ancestros. Quién puedo ser yo para envidiar bilingües en otros lares que sí usan sus escuelas para mantener sus tradiciones. Qué puedo exigir a nadie si tampoco sé recitar ni el alfabeto en Quechua, el idioma de los Incas, últimos colonizadores del Perú. Ni hablar de conocer el Qhapac Ñan, camino inca que sigue recorriendo ruinoso el territorio que llamo mi país.

Publicado por Juanjo Fernández Torres en Entretanto Magazine.

13 agosto 2013

Esclavos en nuestros tiempos

Alguna vez Ángela fue conocida como Angelita. Hoy nadie la conoce por ese nombre, ni ella misma. Hace ya largos cuarentiocho meses se cerró abruptamente para ella un capítulo de trece años en su vida en el que sí tuvo una cama para ella sola en la casa de sus padres en su pueblo natal, una cama que no debía compartir apresuradamente con todo aquél minero que transe precio a la entrada de la tienda de campaña en la que don Gregorio la exhibe como su propiedad a los cofrades de la excavación al pie de alguna montaña preñada de mineral valioso.

Pepito le decían en su casa en la aldea selvática donde nació y vivió diez años. Ahora es José a secas y debe robarle a un cerro varias cargas de volquete a punta de pico y pala con la esperanza que su dueño, don Felipe, no olvide llevarle el diario plato de frejoles y arroz como premio por su trabajo. Con suerte, si algo brillara con un color más cobrizo en alguna palada, podría esperar un huevo frito sobre el potaje de cada día. Los días de tacacho, juanes y cecina están ya perdidos en su memoria y sus papilas; que cuando hay hambre, cualquier plato es potaje, aún cuando la poca carne provenga de algún roedor distraído.

Dos casos resumidos de los tantos miles de personas que son arrancadas de sus vidas, de sus familias, de sus tierras para utilizarlos como esclavos productores de ganancias mediante la explotación sexual y los trabajos forzados conexos a los múltiples campamentos mineros en operación, con especial énfasis en la minería ilegal que silenciosamente continúa su marcha inexorable desolando territorios enteros de América Latina, visibles ya desde fuera de la atmósfera terráquea. Esta cara de la moneda productiva de materias primas nos hace celebrar la baja de los precios internacionales de los minerales, aún cuando ese hipo bajista perjudique al ingreso nacional de varios países que no utilizan ni un centavo para proteger efectivamente a sus ciudadanos más vulnerables, niños y niñas de las zonas periféricas de las ciudades y fronteras de las naciones subdesarrolladas.

No es un secreto para nadie que la trata de personas es un gran negocio en el mundo criminal. Todos sabemos, o hemos escuchado, que es un “negocio” de miles de millones de dólares anuales, que sólo el narcotráfico genera mayores rentas, que existen muchas instituciones públicas y privadas dedicadas declarativamente a su control, que la esclavitud fue abolida de las Américas en el siglo XIX, y tantos detalles más que entran por un oído y salen por el otro. La trata de personas sigue floreciente y saludable sembrando el terror entre sus víctimas y aprovechando que nadie cree que las cosas malas le sucedan a uno mismo o que muchísima gente utiliza los servicios y productos obtenidos mediante la explotación sexual y el trabajo forzado de los esclavos modernos. Un siglo y medio después, podemos decir que Abraham Lincoln en los Estados Unidos del norte y Ramón Castilla en el Perú solo hicieron un avance parcial al ilegalizar la esclavitud en sus países.

Publicado por Juanjo Fernández Torres en El Libre Pensador.