21 julio 2013

La embarcación pirata

Solicitas al agente FOREX te autorice participar en una cuenta virtual de inversión en intercambio de divisas. Dicho agente te solicita le envíes copia de tu DNI y del encabezado de un Reporte de Tarjeta de Crédito a tu nombre y ... lo que aún no sabes es que estás pidiendo subir a bordo de una embarcación de la que querrás escapar una vez tu dinero deje la seguridad de tu cuenta y pase a control de los corsarios de FOREX.

Como todavía no conoces al capitán del barco ni sabes qué quiere él de ti, continúas el proceso virtual. Conste que no sospechas nada en absoluto porque el agente con el que estás hablando te ha sido recomendado, sin escatimar adjetivos positivos, por tus propios amigos, específicamente esas amistades tuyas que tú sabes que viven bien gracias a sus habilidades y conocimientos del mercado financiero internacional; evidentemente, tú quieres ese mismo tipo de vida de eternas vacaciones, tú quieres que tu dinero trabaje para tí, como lo hace para tus amigos los inversionistas. Así pues, hecha la aclaración, el agente FOREX te envía 2 documentos contractuales que debes firmar y remitirle para realizar el registro en la cuenta solicitada, lo que haces a vuelta de correo electrónico pues lo estipulado en los papeles se ve neutro e inofensivo.

La empresa FOREX en Nueva York, para la que trabaja el agente tan efusivamente recomendado, te envía un correo donde te dice que los documentos requeridos para aprobar tu participación en la dorada cuenta de inversión están pendientes para tu firma. Intrigado, le consultas a tu casi agente pues los dos documentos requeridos por él ya los firmaste y remitiste. Él te responde, muy canchero, que es tan solo una des-coordinación interna en la empresa FOREX y que no es necesario enviar más documentos, que él solucionaría el asunto por ti. Ante tal eficiencia de tu agente, por encima de la capacidad de la empresa gringa, te quedas tranquilo y satisfecho. Al fin, estamos hablando de una persona proba recomendada por honestos amigos de toda la vida. Entonces, no vuelves a recibir correo alguno al respecto, por lo que asumes que todo va viento en popa.

La empresa FOREX autoriza por correo tu ingreso a una cuenta de inversión, la PAMM1300033... , y te da instrucciones para depositar tu capital a invertir en la cuenta de ellos en el JPMorgan Chase Bank de Nueva York. Claro, tu agente confirma las instrucciones de transferencia a Nueva York, caso contrario no lo harías. Remites constancia de transferencia a través de tu banco y tu agente FOREX acusa recibo y oficializa tu condición de tripulante de la embarcación virtual FOREX.

El dinero invertido, tuyo y de otros pequeños inversionistas, se pierde en la plataforma virtual  FOREX mientras que tu agente FOREX, el cien veces recomendado, hace oídos sordos a tus constantes pedidos de trabajar con perfil conservador. Presentas una queja a tu empresa FOREX en Nueva York por la obvia “negligencia” de tu agente a lo que te responden que ellos solo siguen instrucciones de tu agente y, ojo, te remiten 5 (cinco) documentos que tú supuestamente habías firmado aceptando altos riesgo de inversión y dando carta poder a tu agente FOREX, el mismo que tantas veces fue ponderado por tus amigos, para decidir qué hacer con tu dinero. Ahí te percatas que sólo habías firmado 2 papeles, inofensivos ambos, y que la empresa FOREX de Nueva York te había enviado 5 documentos. Por más malo que seas en biología, sí sabes que los papeles no se reproducen, que no hay manera que dos documentos se casen y tengan tres hijitos y encima los bauticen. ¿Qué ha pasado?

Pues que el nunca bien ponderado agente FOREX con el que te enrolaste como tripulante del barco FOREX ha registrado tu firma en una empresa registradora de contratos, de Chicago esta vez, y ha hecho validar los 2 documentos que firmaste y otros 3 más (los hijitos putativos de papel) donde está la información de altísimo riesgo y carta poder que, si te los hubiera mostrado, no se los hubieras firmado ni a tu mamá. Tu ponderado recomendado agente FOREX obró con el sentido común de cualquier criminal de cuello blanco: falsificó tu firma para registrar los tres papeles más peliagudos porque sabía, la experiencia es madre de la ciencia, que lo mandarías al carajo con todo y recomendaciones si leías lo estipulado en los tres documentos hijitos, pues las leyes gringas y europeas, en dudosa ética, exigen se comunique a los pequeños inversionistas que serán víctimas en un futuro venidero.

Pues hablas con la empresa registradora de Chicago quienes se hacen los suecos (o los rusos, pues no entienden lo que quieres decirles aún en su propio idioma) y te arrullan con palabras de solidaridad. Te quejas a la empresa FOREX de Nueva York y te mandan a hablar con su propia filial en Malta (sí, un país-isla europeo donde todo puede pasar cuando de dinero se trata). Indagas en las instituciones financieras reguladoras de tu país y te dicen, compungidos, que las actividades FOREX no son reguladas por ellos. Le reclamas a tus dilectos amigos que recomendaron tan diligentemente a tu agente estafador y se compungen aún más que las instituciones financieras.

Justo cuando estabas totalmente borracho de expectativas de tu vida de eternas vacaciones, la embarcación FOREX te abandona en una isla desierta en medio del ancho océano quedándose con tu dinero que seguirá trabajando para ellos.

(En una siguiente entrega les contaré cómo hundir a ese barco pirata que se cree inalcanzable, intocable).

20 julio 2013

Primero de mayo en el Perú de siempre

Corrían los años 70 en la bucólica sierra norte del Perú. Vivía en un pueblo de doce calles por lado, en una calle con el nombre de un pintor de renombre que emigró joven para crear la escuela indigenista. Nunca me importó mucho la vida del prohombre que numeraba mi casa, o me importó mucho menos que el hecho de vivir a tiro de piedra del colegio donde estudié la secundaria. Esa cercanía me daba el privilegio de levantarme lo más tarde que el reloj me permitía y vaya que le sacaba el jugo al asunto. Todo ello era diferente la mañana del 1 de mayo.

Esa mañana salía una buena porción del pueblo a florecer, una costumbre más antigua que la memoria de quienes la practicaban por generaciones y que nos llevaba a salir de casa en la madrugada oscura, mucho antes que los gallos soñaran con abrir el pico, e iniciar una caminata a algún lugar alejado del damero de 144 esquinas que ocupaba nuestra pequeña urbe, a algún lugar en donde la naturaleza aún reinaba, y poder ahí recibir al sol empapados de rocío matutino, shullay le llamaban. La tradición decía que debíamos recoger flores silvestres al romper el día para obtener energía y salud. Madrugábamos y recorríamos distancias de una o dos horas a paso apurado para cumplir con una tradición de renovación anual de energía y, por qué no, pasar un buen día feriado almorzando en el campo. Nunca nadie mencionó el hecho que el día era feriado gracias a que seis individuos, europeos exiliados en su mayoría, fueron ejecutados públicamente en la ciudad norteamericana de Chicago por reclamar activamente por el cumplimiento de la jornada de las 8 horas de trabajo allá por el siglo XIX.

De regreso a nuestros días, vivo en una mega ciudad que acumula voraz el 30% de la población del país y se cobija bajo el hongo de humedad y contaminación que la respiración de diez millones de gentes al unísono ha creado al costado de los andes occidentales donde nunca llueve. Por esas condiciones de desierto sobre explotado, la productividad de la ciudad de Lima es crucial para la sobreviviencia del modus vivendi del Perú. De allí que las leyes de trabajo sean tan flexibles y las instituciones gubernamentales tan permisivas. Las primeras contravienen a la propia constitución peruana que las justifica como entes jurídicos y las segundas se parapetan inactivas en sus oficinas archi pobladas de burócratas que ni la propia constitución peruana reconoce como entes provechosos.

Vivo en un país que ha venido creciendo económicamente imparable por décadas, pero cuyos ciudadanos deben aún firmar contratos privados de locación de servicios para poder acceder a un puesto de trabajo sin derecho laboral alguno, con hora de entrada fija y hora de salida incierta. Vivo en un país que ha creado un boom turístico y gastronómico sui generis, pero cuyos trabajadores deben aún aceptar tres trabajos a tiempo parcial que no les permite tener vacaciones anuales. Vivo en una ciudad donde a nadie le importa saber quién se inmoló por una jornada de trabajo de ocho horas que no existe en sus vidas, como tampoco existe el rocío matinal y las flores silvestres de la madrugada del 1 de mayo.