14 octubre 2012

Mi bilingüismo frustrado

Hoy quise aprender gallego. Quizá por éso del bisabuelo y todos los chistes de los nativos del norte húmedo de las Españas que invadieron las Américas hispanas en silencio, o quizá por la forma en que el idioma de marras  viene ganando el terreno hablado que perdió en Galicia, quién sabe. No pasé del alfabeto. Al fin y al cabo, pensé, qué carajo gano hablando en gallego con gente que, como yo, ya olvidó esa tierra y sus decires hace ya un buen par de generaciones.
Me volví, entonces, con ansia de retorno a la casa de los abuelos del otro lado de mi laguna genética y sólo pude encontrar vestigios de lo que llamaron alguna vez lengua del pescador, el idioma de los Moche que treparon a los cerros que aún se ciñen al contoneo del Río Condebamba. Inútil. Ya nadie lo habla en todo el país, excepto por los lastimosos intentos de un par de académicos del INC que no logran nasalizar apropiadamente los sonidos guturales del lenguaje del Pakatnamú y los Chimú de Chan Chan. Tampoco yo podría hacerlo ahora que los años  escolares yacen bajo cuatro décadas.
Envidié, con todo el verdor que permite mi jungla, a los paraguayos y su Guaraní vivito y coleando en boca de cada uno de sus hispano-hablantes.  Pero quién soy yo, me dije tornando al rojo de la furia frustrada, para  reclamar la conversación fluida de los abuelos que poblaron los lugares que marcan mis recuerdos, quién puedo ser yo para envidiar bilingües en otros lares que sí usan sus escuelas, qué puedo yo pedir si no sé recitar ni el alfabeto en Quechua ni conozco más allá de un tranco de chasqui el Qhapac Ñan, el camino inca que, ahora ruinoso, sigue cubriendo tercamente gran parte del territorio que llamo mi país.

10 octubre 2012

Diez de Octubre

Busqué y encontré muchas veces su nombre en las redes sociales, pero ninguno que compartiera mi color de glóbulos. Continué tozudamente la búsqueda esperando que ese nombre se abriera paso entre los pinos y abrojos hacia la luz. Mi búsqueda se convirtió en una angustia de párpados secos a fuerza de voluntad de no ver la realidad. Mis dedos se cansaron, quizá se cansaron antes el teclado y el mouse, qué más da. Con los minutos y las horas, se posó mi búsqueda en un pequeño palpito de ignorancia voluntaria, de ésa que no indaga las mentiras obvias.
Busqué y me topé una vez más con ese mismo bosque sin mi semilla. Quizá el tiempo me acompañe en esta historia, o se pase de largo en pos de cambios ajenos. A regañadientes abro los ojos y mi búsqueda se convierte hoy en esperar al lado del río, observando al agua siempre nueva ahogar tercamente a esa roca que creía conocer. Hoy diez de octubre empezaré a esperar que esa roca emerja. Hoy diez de octubre.

02 octubre 2012

Elusión a la peruana.

Leí en la sección de economía de El Comercio de Lima el mes de agosto de este año una nota sobre la supuesta opinión de abogados supuestamente independientes acerca de las reglas que el ejecutivo del Perú está tratando de implantar para reducir la elusión tributaria (evitar impuestos sin violar leyes). ¿Por qué utilizo adjetivos y adverbios provenientes del verbo suponer? simplemente porque mayor confianza no se le puede dar a abogados que trabajan para estudios de abogados que asesoran y representan a corporaciones locales o internacionales, cuya salud financiera es su propia salud de bolsillos.
Las supuestas opiniones independientes de dos abogados citados por la nota periodística proviene de empleados de estudios como el "Payet Rey Cauvi", cuya labor social viene a través de una agencia española y su página web inicial se lee en inglés, y el "Rossselló Abogados", con una impresionante lista de corporaciones en cartera de clientes.
El tenor de lo dicho por los epónimos jurisperitos se resume en: (1) no se puede exigir a las empresas pagar impuestos y (2) se debe detallar individualmente cada caso de elusión. Uno, según ellos hay obligación de tributar pero no de escoger la forma más adecuada al fisco y, dos, sólo ven "seguridad jurídica" cuando las leyes son tan específicas que la trampa salta a la vista.
Señores letrados, tócales ahora ser creativos no para buscarle tres pies al gato sino para representar a sus clientes en condiciones afines a la globalización del mundo empresarial. Las lágrimas, doctos picapleitos, no son jurisprudencia y sólo aumentan las pantanos infestados de cocodrilos. Dura lex sed lex.