24 noviembre 2011

Cajamarca. La Commedia dell`Arte


En los tiempos en que Cajamarca era colonizada y usufructuada por la corona española, en Italia y Europa se desarrollaba la Commedia dell'Arte con personajes que encarnaban los arquetipos de la sociedad. Cajamarca producía textiles de alta calidad y reemplazaba a Potosí en la producción de plata de la colonia gracias a una de sus actuales provincias, Hualgayoc. No ha sido entonces la minería ajena a la región Cajamarca, como tampoco lo ha sido la Commedia dell'Arte en su  versión de Commedia all'improviso, lo que ha quedado fehacientemente demostrado en los últimos días de gestación del paro anti minero de la Región Cajamarca del 24 de noviembre del 2011. Aquí un resumen del tinglado que hemos presenciado tanto en el atrio de la Iglesia de San Francisco en Cajamarca, como en los salones del Palacio de Gobierno de Lima.



Los personajes que participan en este montaje político nos han sorprendido con sus dotes escénicas y su apego al histrionismo al elaborar sus parlamentos en escena. Impresionan particularmente las piruetas de Arlequín ejecutadas por el Primer Ministro Salomón Lerner Ghitis al término de sus reuniones en palacio con cuatro de los 127 alcaldes de distritos cajamarquinos y, al día siguiente, con tres presidentes de cámaras de comercio regionales; lástima que no pudimos ver más acrobacias de nuestro Arlequín después de una frustrada reunión con el intrigante Brighella, encarnado brillantemente por el Presidente Regional de Cajamarca Gregorio Santos Guerrero. Y es que el Dottore, Ministro Oscar Valdés Dancuart, no logró que Brighella Santos se embarcara en la nave que lo llevaría a brazos de Arlequín Lerner, aunque sí tuvo tiempo el querido Dottore Valdés para ilustrarnos con las grandes verdades de la vida, las consecuencias de los actos humanos y los efectos de un paro regional, cómodamente instalado en la poltrona principal de la Gobernación cajamarquina a donde había citado a Brighella Santos para la audiencia que su personaje concedía a Santos Guerrero en su propia casa. No contaba el buen Dottore Valdés con las dotes artísticas del Brighella de esta presentación cajamarquina y le dio, con la inocencia característica de su personaje, todas las excusas necesarias para que escape del tabladillo limeño. Toda una gran comedia cuyo tercer acto queda por ver, aún cuando todo lo sucedido y por suceder es tan predecible como una corrida de toros.


Un bosquejo de Commedia Erudita, como alternativa opuesta a la commedia all'improviso que nos obligan a contemplar nuestros gobernantes, no sobresale por la sabiduría del mensaje sino por el sentido común que otorga la ausencia de obligaciones con personajes que la farándula política le asigna a los miembros de su elenco. Todos nosotros vivimos un sistema económico omnipresente, por ende ineludible, que habla a voz en cuello de la necesidad  de una tasa de retorno positiva de cualquier inversión, sea esta privada o social. La Región Cajamarca, al igual que toda comarca en la tierra, tuvo que decidir cómo distribuir sus recursos en la forma más eficiente que su especial combinación de gente, tierra y capital le concede. Su gente siempre ha sido producto de la convivencia de guambos, cañaris, waris, caxamarcas, incas, españoles y otros más; no es entonces novedad ser mestizo y compartir en el norte del Perú. Y su tierra posee valles interandinos con microclimas poblados de ganado y bolsones de metales preciosos desenterrándose desde antes de Pachacutec; no es tampoco novedad la riqueza de nuestro norte. Su capital espera desde hace un tiempo atrás a ser reinvertido en la región y recuperar los ejes de desarrollo Cajamarca-Saña, Cajamarca-Quito, y Cajamarca-Chachapoyas que alguna vez tuvo; nunca fueron novedad los menesteres de la inversión en el norte comercial pero sí en el norte minero de estos días.

Gran parte del escenario de esta comedia política descansa sobre la falta de respuestas oficiales a preguntas claves acerca de la minería en el Perú. Sin embargo, el sentido común de todos ya ha respondido, con cargo a desarrollar los tecnicismos de cada caso, todas las preguntas incluso antes que se plantearan. Por ejemplo, bajo el supuesto negado que la gran minería formal sea expulsada de Cajamarca, la extracción de metales preciosos se seguirá realizando, ilegalmente, por la ola de buscadores de tesoros con la consecuente destrucción del medio ambiente que ya sucedió en Madre de Dios; la única salida, por ende, pasa por la negociación técnica y presión racional sobre empresas mineras con capacidad para manejar eficientemente concesiones tan importantes como Conga en Celendín o Shahuindo en Cajabamba.

Los ministros del actual gobierno pueden darse el lujo de representar personajes de comedia para mejor servir a un presidente de la república que esperamos no se convierta en un mero Il Capitano jactancioso de esta ya tantas veces montada Commedia dell'Arte al improviso. En contraste, el presidente regional de la región, Gregorio Santos Guerrero, está obligado a renunciar a su actual personaje de comedia y ejercer el liderazgo que el pueblo cajamarquino le ha confiado al frente de un grupo multisectorial eficiente que, como paso previo, logre: (1) la erradicación definitiva de la minería ilegal en toda la región, (2) el establecimiento de condiciones medio ambientales y operacionales para calificar a empresas mineras en actuales y futuras concesiones, (3) la participación real de la gerencia regional como líder en la negociación técnica con consorcios  mineros que ya operan en Cajamarca, (4) la continuidad del impulso constructor de carreteras e infraestructura productiva y generador de energía que diferencie a la región ante los inversores locales o extranjeros, y (5) la promoción de proyectos exportadores que incluya estudios, implementación y beneficios tributarios necesarios. La principal autoridad de la Región Cajamarca debe dejar de lado las marchas callejeras como primer expediente a la solución de problemas y empezar a administrar los recursos que posee la región y que alcanzan y sobran para volver a ser la locomotora del desarrollo del norte peruano.

16 noviembre 2011

De Cajabamba y su destrucción

Siempre he agradecido haber vivido en Cajabamba los años en que un hombre crea sus memorias más empecinadas, adopta sus tradiciones más enraizadas y vive sus amores más ilusionados. Aunque nací y crecí mi infancia entre la desolada multitud de Lima, me he ganado el derecho de ser cajabambino en esa tierra y lejos de ella. Y con ese derecho, he obtenido también la obligación de velar porque Cajabamba siga siendo lo que fue en esencia; me temo que lo que viene sucediendo desde hace algunos años está borrando de a pocos la esencia de las calles que recorría en mi juventud bajo ese cielo estrellado que no conocemos en la costa de nuestro país. Más aún, el paisaje del valle y sus montañas alrededor ya no son lo que solían ser y me asusta que, en parte, todo ello vaya quedando sólo en mis recuerdos y los de mi generación por franca omisión de nuestra parte. Estamos dejando las riendas del caballo a quienes no lo ven como una noble montura sino como merienda personal.
Para quienes leyeron la palabra Cajabamba y voltearon a ver el mapa anexo para ubicarse, quizás les vino a la mente el Caserío de Redondo en el Distrito de Cachachi, famoso durante un par de días por los tres niños muertos por envenenamiento accidental y que fueron usados como arma en la diaria refriega politiquera de la gran capital. A otros que también voltearon por acto reflejo al mapa, la manchita roja en el departamento norteño de Cajamarca quizás no les dijo nada. Pero estoy seguro que muchos de los que están leyendo estas notas identificaron plenamente la comarca sureña del departamento donde el colibrí se llama quende, la libélula anuncia las visitas como chasquero y los diablos bailan orgullosos marinera para la Virgen.
Quisiera decir lo contrario, pero la vida en Redondo, Cachachi, Cajabamba sigue tan igual y tan pobre como siempre, tal como sigue transcurriendo en Algamarca y Shahuindo, también caserios del casi famoso distrito de Cachachi. Siguen esos caseríos infestados desde algunos años por el cáncer de la minería ilegal que envenena sus cordilleras y ríos en busca de las pingües ganancias que trae vender oro en este mundo que ya perdió la confianza en el dios dólar. Basta darle una mirada al cerro Algamarca en la cordillera occidental del valle del río Condebamba para percatarse del daño visible que esta fiebre del oro está causando en el medio ambiente de esta comarca del norte del Perú, daño que la minería formal de la familia de Orbegoso no hizo en décadas de operación hasta su clausura en los años 80. La minería ilegal -que busca ser llamada engañosamente minería "informal" o, incluso, minería "artesanal" para tratar de confundirse con los reputados artesanos de San Blas en Cusco- no puede seguir teniendo carta blanca para contaminar las aguas de uno de los valles más ricos y más sumidos en la pobreza del Perú, ni para degenerar a la sociedad rural y urbana esclavizando niños y niñas para trabajo forzado y prostitución, ni para envilecer con dinero sangriento a las autoridades que deberían obstaculizar sus actividades proscritas por la ley.
Desgraciadamente para todos los peruanos, el cáncer que viene carcomiendo a Cajabamba no es exclusivo de esos parajes otrora verdes pues las actividades extractivas ilegales se extienden por todas las provincias a las que Lima sólo mira cuando puede utilizar las desgracias para censurar a alguna ministra o encumbrar a algún congresista. Se repiten ad infinitum casos similares en nuestros cerros y junglas sin que se hagan conocidos por el gran público de los consorcios nacionales de la información. Aún si fueran conocidos, sabiendo que la información lleva a la indignación, que es el primer peldaño que inicia la larga escalera de la eliminación de lo injusto e ilegal, hay hermanos un largo camino que recorrer considerando la careta de indiferencia que enmascara al miedo a rebelarse ante la injusticia que viene cubriendo las caras de la gran mayoría de peruanos estas últimas décadas.
No puedo dejar de anotar lo que cualquier mente con un dedo de frente puede colegir como correcto y necesario para librarse de lo que está destruyendo los cimientos de nuestras memorias, tradiciones y paisajes. No podemos dejar  que ninguna persona que ostente autoridad, por votación o nombramiento, le ponga precio a su propia inacción ante la ilegalidad de grupos organizados alrededor de la violencia sin que ésta nos golpee tarde o temprano; no podemos dejar que aquella persona con autoridad ponga precio a su dormida conciencia y reciba dinero manchado con sangre de anónimos peones que encontraron una mala muerte y un peor entierro en los cerros regados de mercurio y cianuro; no podemos dejar seguir ejerciendo cargo público alguno a nadie que renuncie a ejercer a la autoridad que le fue conferida como lo viene haciendo la actual presidencia regional de Cajamarca y su dirección regional de energía y minas al emitir resoluciones ordenando el cese de actividades mineras ilegales, como si éstas no estuvieran ya prescritas por el cuerpo legal de la nación, o como lo vienen haciendo los representantes del poder judicial en Cajabamba al frustrar sistemáticamente el desalojo de los invasores ilegales. No podemos dejar que, ante la inacción de las autoridades que tienen la solución en sus manos, la policía incaute insumos prohibidos y metales extraídos ilegalmente y que, gracias a los malos elementos de siempre, regrese lo incautado al mercado oscuro del oro mal habido.
Aún sin poseer frente alguna es fácil darse cuenta que los tiempos nos exigen alzar nuestra voz y acallar a aquellas voces con intereses personales que vienen  pidiendo diálogo con los mineros ilegales, lo que no traerá más que la misma patente destrucción eternizada. Es más que obvio que, nos guste o no, la minería seguirá presente en nuestras regiones porque esa actividad es la principal fuente de ingresos para el país, por lo que lo racional es apoyar la actividad minera formal que ya cuenta con tecnología y procedimientos que mitiguen en lo posible el daño ambiental, como lo exigen las leyes internacionales que debemos adoptar en su totalidad. Sólo a empresas mineras formales que cuenten con larga experiencia en el campo podemos exigirles derechos inherentes a la vida de los pueblos y son las que nos darán los ingresos que garanticen que nuestras angostas calles franqueadas por tejas sigan recibiendo lluvias de agua pura, que nuestros paisajes más allá del valle sigan mostrando el verde azulado que alberga el sustento que necesitamos para perdurar en el tiempo.